Los milagros ocurren a diario en nuestras vidas, sin embargo frecuentemente cerramos nuestros ojos a estas realidades, que nos añaden gozo y bendición.
Una de las claves para ser exitosos en nuestros matrimonios, carreras, relaciones y cualquier otra área de nuestras vidas, es disciplinarnos de manera que veamos los milagros que suceden en nuestras vidas. Nada pasa por “suerte”, cada evento o encuentro, no importa que parezca ser aleatorio, debe tener algún significado, algún por qué pasó. Eso significa que debemos estar vigilantes observando por los milagros que Dios trae a nuestros caminos cada día.
Mantener tus ojos abiertos a las intervenciones de Dios que a menudo son sutiles toma su tiempo. Esta es una nueva habilidad que estas aprendiendo y en la que no te vas a volver experto de la noche a la mañana.
Día tras día, Dios nos abre los ojos a toda clase de nuevos milagros, simplemente porque nos hemos disciplinado a ver. Mucha gente invierte tiempo orando por los milagros que ellos creen que quieren, de manera tal que no tienen una clara visión de los milagros que Dios ya está haciendo en sus vidas.
Si aprender a ver los milagros es un desafío para la persona promedio, aprender a verlos desde la celda de una prisión parecería imposible. Son innumerables los testimonios de hombres y mujeres que estando en cárceles en condición de reos, ven sus vidas transformadas cuando buscan al Señor, y en especial cuando sus sentidos aprenden a discernir los milagros que Dios hace en esos lugares.
Para convertirse en un hacedor de milagros, tenemos que arrancar primeramente reconociendo el milagro en nuestra propia vida. El milagro de amar y alentar a nuestro prójimo.
Una cosa es decir que tenemos que estar más atentos en ver los milagros, y otra muy diferente es tener la paciencia para hacerlo.
Cuando Moisés quedó contemplando la zarza ardiente. ¿Por qué Dios, que hizo tantos milagros asombrosos, tales como abrir el Mar Rojo o que hizo que se detenga el sol, no iría más lejos para impactar a Moisés. Seguro, que una zarza ardiente, que no se consumía es genial, pero Dios pudo hacer mucho más, algo mucho más grande, no lo cree?
La zarza ardiente no era un milagro. Era una prueba. Dios quería averiguar si Moisés podía, prestar atención a algo por unos cuantos minutos. Cuando lo hizo, Dios le habló. El truco consiste en prestar atención a lo que está sucediendo a tu alrededor el tiempo suficiente para contemplar el milagro. Existe otro mundo, justamente en el interior de este, siempre que prestemos atención.
Y esa es la parte más difícil acerca de poder ver los milagros. Están sucediendo a nuestro alrededor. Dios siempre está hablando, se está moviendo y está accionando a nuestro favor. Por eso es que EL desea desesperadamente que nosotros nos unamos a EL en esas actividades, pero primero, tenemos que aprender a ver donde se está moviendo el Señor y que es lo que EL está haciendo.
Separa un tiempo, una, dos horas diarias o más tiempo para dedicarlos a la oración y a la meditación, pidiéndole a Dios que abra tus ojos a su maravillosa obra en tu vida. Salmo 46:10 “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios;…..”
Pr. Rafael Vargas Salgueiro