Puede imaginarse que estaba pasando por la mente de los israelitas cuando ellos vieron las aguas del mar Rojo, las que parecían un obstáculo infranqueable, que de pronto se empezaron a levantar en el aire para dejar paso a un camino seco de tierra en el fondo del mar.
Cuando un milagro de esa envergadura ha tenido semejante cantidad de exposición, empezamos a perder de vista el asombro y la maravilla del mismo. De esta manera es que esta historia se ha convertido en la caricatura de lo milagroso y eso si es trágico.
¿Qué clase de fe tenían que tener para dar un paso en ese camino con paredes de agua a ambos lados? ¡Agárrese de esa imagen! El poder que dividió el mar Rojo es el mismo poder que hoy obra milagros en nosotros y a través de nosotros, no importa cuán significativos o insignificantes parezcan en el tiempo.
Partir las aguas del mar en dos, es un hecho que habla muy fuerte, así que es inconfundiblemente obvio que no tenemos otra opción que etiquetarlo como “milagro”.
Un milagro puede ser definido como “la intervención de Dios en medio de las leyes universales, para alterar el orden natural de las cosas en beneficio de sus hijos”.
En el Éxodo vemos a Dios moviéndose en grandes formas (ranas y moscas y langostas). ¿Por qué? Tal vez los israelitas necesitaban ver esa clase de señales del cielo. Ellos habían sufrido pobreza y esclavitud por cientos de años. Todos habían olvidado a Dios. Conforme el Señor los estaba llamando a salir de la cautividad y entrar a una tierra que Dios había preparado para ellos, EL quería que quede claro que el Dios que ellos habían olvidado no solo estaba con ellos, sino que estaba dispuesto a cambiar el curso de la naturaleza para su beneficio. Sus espíritus derrotados necesitaban una GRAN señal, así es que Dios se manifestó.
Al leer la Biblia apreciamos los milagros que hizo Jesús. Qué manera tan perfecta de ilustrar la intersección entre el poder divino y la debilidad humana. Lc. 18:35-38 “Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando; y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno. Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Al oír estos gritos Jesús se detuvo. Entonces el hombre tuvo su atención. No pierda de vista la significancia de este hecho, Jesús estaba de ida a Jerusalén, sus días estaban contados. Él estaba marchando hacia su muerte en la cruz, pero aquí, un pobre, enfermo, extraño lo invoca y la Biblia dice que Jesús se detuvo. Lc.18:40-41 “Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó, diciendo: ¿Qué quieres que te haga?” Esa clase de atención personal, por si sola es milagrosa.
El hombre hizo este simple pedido: Señor, que reciba la vista. Y sin vacilar, a la vista de la multitud que lo rodeaba Jesús le dijo recíbela, tu fe te ha sanado. Lc. 18:42. Y de inmediato la luz penetró en los ojos de este hombre por primera vez en su vida.
Otras veces Dios, con un susurro te da instrucciones que luego terminan cambiando circunstancias. Dios puede proveer de distintas maneras, pero hay ocasiones en que EL decide hacerlo susurrando una circunstancia particular, y hace que la provisión sea milagrosa. Dios quiere que sepamos que EL nos habla y guía.
Son diversas las formas en como Dios irrumpe en medio de nuestras circunstancias y provoca la ocurrencia de milagros que a veces nosotros tildamos de coincidencias o con otros calificativos.
La Biblia está llena de eventos que nos muestran a Dios actuando en el mundo, nosotros no debemos permitirnos caer en la creencia que los milagros solo suceden en la Palabra de Dios.
Nosotros deberíamos ver estos pasajes no como historias, sino como ejemplos. La Biblia nos muestra como Dios actuó en el mundo en el pasado así que podemos aprender a ver como EL está actuando en el mundo que nos rodea hoy en día.
Tu duda, tu desconocimiento acerca de los milagros, no los detiene. Sin embargo, si tú quieres participar completamente en el proceso de hacer milagros, tu no solo tienes que aceptar que Dios hace milagros, sino que EL los hace en tu vida así como lo hizo en la vida de muchos en tiempos bíblicos.
Pr. Rafael Vargas Salgueiro