La restauración de la vida espiritual de Israel frecuentemente empezaba con la reconstrucción del altar. Recordemos que el altar era el lugar donde se hacían sacrificios y se demostraba arrepentimiento profundo. Las piedras del altar eran piedras sin cortar, lo cual significa que nunca debemos venir ante Dios para rendirnos según nuestro propio diseño o nuestro control del momento. Venir ante Dios siempre ha sido a través de la gracia. 

Nuestros sueños, ambiciones, pecados y éxitos necesitan ser puestos en el altar en condición de entrega total.

¿Importan nuestros sueños? Si y no.

Nuestros sueños son de gran importancia en su lugar legítimo porque revelan la naturaleza, las promesas y el pacto de Dios. Pero fuera de lugar, son destructivos ya que compiten por los afectos y la devoción que solo deben ser dados a Dios.

Las palabras de Jesús hablan claramente de esta realidad:

Busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas les serán añadidas Mt. 6:33. 

Cuando el Reino de Dios ocupa el primer lugar en nuestra búsqueda, se nos puede confiar sueños cumplidos. Tales valores nos atraen a más cercanía con Él. Pero cuando nuestra búsqueda es para que se haga nuestra voluntad, entonces ya no es algo que nos lleva a más cercanía con Él. Por lo contrario, compite con Él.

Al orar por una transformación profunda en nuestra nación, me dirijo a versículos tales como 2 Cr. 7:14,  porque son el fundamento de tales clamores.

 “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. 2 Cr. 7:14 RVR60. 

Este versículo nos provee algunas de las instrucciones más claras de toda la Biblia acerca de la oración y el impacto potencial de ser socios con Dios para transformación

  1. Humillarse. 
  2. Orar. 
  3. Buscar Su Rostro. 
  4. Apartarse de sus malos caminos. 

Esta clase de oración tiene a toda la tierra en mente.

Tome nota primero de que las personas dentro del pueblo de Dios son quienes tienen la responsabilidad de orar. No son los NO creyentes. 

Frecuentemente pensamos que si tan solo los NO creyentes se arrepintiesen, las cosas cambiarían. Nuestro Padre, deja claro que depende de nosotros. Tal oración tiene que venir de la humildad y estar enfocado en una cosa: el rostro de Dios. Buscar el semblante del Padre habla de la naturaleza de nuestra tarea de orar de maneras profundas. Si Él es revelado en los rostros de quienes lo buscan, Él y solo Él, la salvación viene a las naciones. Así lo señala el Salmo 67. Leámoslo con Fe en que es la Poderosa Palabra de Dios.

Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros; Selah
Para que sea conocido en la tierra tu camino, En todas las naciones tu salvación.
Te alaben los pueblos, oh Dios; Todos los pueblos te alaben.
Alégrense y gócense las naciones, Porque juzgarás los pueblos con equidad, Y pastorearás las naciones en la tierra. Selah
Te alaben los pueblos, oh Dios; Todos los pueblos te alaben.
La tierra dará su fruto; Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro.
Bendíganos Dios, Y témanlo todos los términos de la tierra.  Sal. 67:1-7 .

Segundo, tiene que haber un abandono de cualquier pecado conocido por medio de la confesión y el arrepentimiento.

Tercero, Dios nos perdona, pero también sana nuestra tierra. Hay una sanidad natural de la tierra que toma lugar en este versículo como, como se ha visto en diferentes partes del mundo. 

La creación añora que vivamos justamente, como se ve en el Sal. 67:6  

“La tierra dará su fruto; Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro”. Sal. 67:6  

 

Pero la sanidad de la tierra también puede incluir la restauración de una nación a su diseño y plan original. Muchas de las obras de Dios tocan tanto lo natural como lo espiritual. 

Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido”. Hch. 3:1-10.

El hombre en la puerta llamada la Hermosa fue sanado físicamente y caminó, identificando una sanidad espiritual además. Necesitamos esto en nuestra tierra - restauración nacional y espiritual a nuestro propósito y diseño original. Busquemos al ÚNICO Dios Santo y verdadero.

Pr. Rafael Vargas

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