La verdad tiene múltiples dimensiones, capa tras capa se construye en nuestra comprensión y estilo de vida. La verdad es el don multifacético de Dios. Tan pronto como aprendemos alguna faceta de la verdad, Él nos prepara para aprender alguna otra una vez más, esta vez con una perspectiva desde otro ángulo. Es como las capas de una cebolla. El Señor pela capa tras capa, exponiéndonos a las realidades del Reino que nunca supimos que existían. Esto produce la sensación de que esto continuará por la eternidad. Pablo habló al respecto: 

“para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. Ef. 2:7

La verdad nos hace libres, y en la medida que está se revela y vivimos lo revelado, cada vez nos hace más libres, hasta convertirse en parte indivisible de nosotros, llegando a transformar nuestra propio interior, siendo imposible vivir sin ella. Una persona nunca es más libre que cuando se entrega a las verdades de la Palabra de Dios. Es una hermosa danza de la voluntad humana rendida a los propósitos de Dios, donde tanto Dios como Su pueblo comparten un deleite perfecto. La libertad NO es poder hacer lo que queramos; la libertad es la capacidad de hacer lo correcto.

Ser devoto a la autoridad absoluta de la Palabra de Dios es vital, independientemente de la sabiduría del día. Recordemos: La sabiduría del mundo es necedad para Dios. Al abrazar la verdad absoluta de las Escrituras, abrazamos el viaje final de crecer en el conocimiento de Él. La verdad es absoluta, pero para aumentar nuestro entendimiento, debemos reconocer que "conocemos en parte", tal como lo establece la Biblia en la 1ra. carta a los Corintios, cuando dice: “Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos”. 1 Co. 13:9. Aquello que conocemos ahora, ira recibiendo ajustes conforme avanzamos en el camino, donde Dios agrega otra faceta a lo que ya ha trabajado en nosotros. 

Este proceso es similar a la poda de la que habló Jesús cuando dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”. Jn. 15:1-3. Esta acción de poda lo que es saludable y da fruto, NO es castigo. Es parte del compromiso de Dios de posicionarnos para un crecimiento continuo. La verdad tiene ese efecto, trayendo mucho fruto en y a través de nuestras vidas para la gloria de Dios.

También podemos comparar este proceso con el odre que Jesús enseñó en Mt. 9:17:

Ni echan vino nuevo en odres viejos;  de otra manera los odres se rompen,  y el vino se derrama,  y los odres se pierden;  pero echan el vino nuevo en odres nuevos,  y lo uno y lo otro se conservan juntamente”. 

Si los odres son nuevos, se ensancharán a medida que se ensancha el vino nuevo; si son viejos, simplemente se rasgarán y se estropearán a medida que se ensancha el vino. A medida que el Espíritu Santo obra más y más en nuestras vidas, nuestra comprensión de Él se expande y aumenta. Esto nos muestra que debemos ser firmes en nuestra devoción a la Palabra de Dios, pero ser elásticos en el sentido de que sabemos que Dios aumentará nuestra experiencia de Él con nuestra creciente revelación de Él. Aquellos que se vuelven rígidos se quiebran fácilmente en un mover de Dios que contiene una nueva revelación de Su obra y propósitos en la tierra.

Esta promesa fue dada a la Iglesia en Éfeso. “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él”, Ef. 1:17. Los efesios fueron los únicos que recibieron una carta de Pablo en la que no había corrección de ningún tipo. Entonces, ¿qué oras por los que lo tienen todo? Que Dios les daría el espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Él. Por lo expresado es clave oír la voz de Dios.

Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos”. Ex. 20:18-19

Apreciamos que Israel temía la voz de Dios por los eventos sobrenaturales que lo rodeaban. Rechazar lo que Dios tiene que decir por miedo no es excusa valida. Recordemos, pueblo de Dios,  nuestra fe descansa en el hecho de que lo escuchamos llamarnos a la salvación, y respondimos. Esto lo confirmó a través del milagro de nuestra propia conversión.

Jesús sólo dijo lo que escuchó decir a su Padre. Él es nuestro modelo, que nos dice que podemos y debemos aprender a hacer como Él hizo. Pero Jesús prosiguió diciendo las palabras que yo os he hablado son espíritu, y son vida. Jn. 6:63. Cuando habló, sus palabras se convirtieron en espíritu, y el Espíritu dio vida a través de ellas. Escuchar la voz del Padre fue esencial para que Jesús hiciera lo que hizo. Y nos llamó a hacer lo mismo, diciendo: Como me envió el Padre, así también yo os envío. Jn. 20:21. Debemos seguir SU ejemplo.

 

Pr. Rafael Vargas

SUBIR
Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
Abrir chat
Hola 👋🏻 ¿En qué podemos servirte?