Desde el momento en el que Jesús fue revestido con el poder del Espíritu Santo, la naturaleza de Dios fue revelada de forma tangible por Jesucristo. Jesús reveló que “Dios es bueno”.

Jehová es bueno, …Nah. 1:7

Derivado de esta cita, muchos creyentes dicen que Dios es bueno, pero, luchan en su mente a la luz de las dificultades  que experimentamos en la vida y una gran mayoría abandona la idea que ÉL realmente es bueno. De ahí proviene una gran confusión acerca de la verdadera naturaleza de Dios.

En la Biblia vemos que Dios siempre es bueno.  El A.T. contiene pasajes que revelan la compasión y amor de Dios por su pueblo; también presenta situaciones que parecen implicar lo contrario. 

Para aquellas personas que no tienen una relación personal con  Dios, el A.T. está lleno de tragedias y conflictos que al parecer trae Dios sobre la gente por causa de su pecado y rebelión. El A.T. parece mostrar un Dios totalmente diferente al que vemos a través de Jesús en el N.T.

En el N.T. se aprecia que Jesús trabajó en contra de las tragedias que apremian la vida de las personas y  las llevó a sanidad y restauración. 

¿Cuántas de las personas que se acercaban al Maestro enfermas y necesitadas se marchaban decepcionadas y afligidas?  Ninguna.

¿A cuantos atormentados los dejó en la misma condición? A ninguno.

Jesús vivió de  una manera diferente al entendimiento común que tenían estas personas acerca de Dios, ÉL vivió en oposición al entendimiento común que tenía la gente de su tiempo acerca de Dios.

Esta distinción se ha convertido en algo común entre los creyentes, pensar que Dios trae o permite la enfermedad para que nos parezcamos más a Jesús. Hoy se acepta que los líderes enseñen que Dios provoca calamidades, porque sabe que así nos acercaremos más a ÉL. Si este tipo de pensamiento fuera verdadero, entonces los hospitales  deberían estar resplandeciendo con la presencia manifiesta de Dios, conforme los pacientes se acercan más a ÉL y son transformados a la semejanza de Jesús.

Hace como dos mil años atrás, el pensamiento que primaba era que toda enfermedad provenía del diablo y toda sanidad provenía de Dios. Hoy la gente está enseñando que la enfermedad proviene de Dios y que aquellos que procuran el ministerio de sanidad son instrumentos del diablo. Realmente cuanta desubicación existe al respecto.

¿Qué implica ser cristiano?

Llamarnos cristianos implica ser como Cristo. Por lo tanto, debemos parecernos a Jesús en todo lo que hagamos y en especial en el servicio que debemos prestar a nuestro prójimo.

Es evidente que los cristianos podemos responder con actos de amor, desprendimiento material y hasta sacrificio personal ante la ocurrencia de enfermedades y de calamidades, pero ministrar nunca debe reducirse sólo a eso. 

Lo malo, es que hemos reducido sólo a eso nuestro enfoque ministerial, en vez de asumir la responsabilidad de ser como Jesús y para ello tenemos que entender que esto tiene que ver con la forma en cómo lidiaba Jesús con esos problemas.

Cuando habían tormentas, Jesús las detenía, no se limitaba a ayudar con la labor de limpieza después de una tormenta.

El Maestro no estuvo en funerales para dirigirlos, ÉL resucitó muertos. Y cuando se trataba de atender a los ciegos, ÉL no se dedicó a entrenar perros guía para ayudarles, sino que les devolvió la vista a los ciegos.

La vara es alta, porque el llamado que tenemos es alto. 

Hay quienes han sobrepasado los límites afirmando que los testamentos nos muestran a “el bueno y el malo”, pretendiendo decir que el Padre es el lado severo y enojado de Dios y que Jesús muestra el lado misericordioso. Nada está más lejos de la realidad que este tipo de pensamiento.

La confusión respecto a la Naturaleza de Dios y en particular respecto a la naturaleza de las personas que componen la Trinidad nos ha llevado a admitir engaños de este tipo.

Aquellos quienes abrazan la idea de que el Padre es el Dios enojado, lo hacen en proporción  a su incapacidad personal de demostrar su poder en sus propias vidas. La falta de poder exige una explicación. Y culpar a Dios es más sencillo que responsabilizarse y buscar un encuentro real con Aquel que convierte nuestras capacidades en un ministerio.

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 2 Co. 12:9

Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. 1 Co. 4:20

Pr. Rafael Vargas S.

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