Cuenta la historia que Alejandro Magno tenía una ambición ilimitada. Su deseo de una mayor conquista lo llevó al pie del Himalaya. Él quería ir más allá de esas montañas, pero nadie sabía qué había al otro lado. Sus oficiales superiores estaban preocupados por su nueva visión, porque ellos habían revisado los mapas que tenían y vieron que habían llegado al tope de dichos mapas; no había ningún mapa para el nuevo territorio que Alejandro quería poseer. Ellos tenían que tomar una decisión: ¿Estarían dispuestos a seguir a su líder fuera del mapa o estarían contentos con vivir dentro de los límites de su mapa?  Ellos eligieron seguir a Alejandro.

Seguir la guía del Espíritu Santo nos puede poner en el mismo dilema. Si bien Él nunca contradice Su Palabra, sabemos que se siente muy cómodo contradiciendo nuestra comprensión de ella. Aquellos que se sienten seguros debido a su comprensión intelectual de las Escrituras disfrutan de una falsa sensación de seguridad. Ninguno de nosotros tiene una comprensión completa de las Escrituras, pero todos tenemos el Espíritu Santo. Él es quien siempre nos llevará a la verdad. Pero para seguirlo, debemos estar dispuestos a caminar fuera del mapa, debemos estar dispuestos a ir más allá de lo que conocemos. Para tener éxito debemos reconocer Su Presencia sobre todo.

Hay una gran diferencia entre la forma en que Jesús ministró y la forma en que normalmente se hace hoy. Jesús dependía completamente de lo que el Padre hacía y decía. ÉL siguió la dirección del Espíritu Santo, incluso cuando parecía irrazonable, lo que ocurría a menudo. 

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Ro. 8:14

Con demasiada frecuencia, la Iglesia, ha vivido según un enfoque intelectual de las Escrituras, desprovisto de la influencia del Espíritu Santo. Tenemos programas y hasta instituciones que de ninguna manera buscan o requieren del Espíritu de Dios para funcionar. Mucho de lo que llamamos ministerio no tiene ninguna protección que asegure que Él esté siquiera presente.

Cuando nuestro enfoque no es la presencia de Dios, terminamos haciendo lo mejor que podemos para Dios. Y nuestras intenciones pueden ser nobles, pero en realidad no tienen poder.

El Espíritu Santo vive en mi espíritu. Ese es el lugar de comunión con Dios. A medida que aprendemos a recibir de nuestro espíritu, aprendemos cómo ser guiados por el Espíritu.  

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. He. 11:3 

La fe es el fundamento de todo verdadero intelectualismo. Cuando aprendemos a aprender de esa manera, nos abrimos a crecer en la fe verdadera porque la fe no requiere comprensión para funcionar.

La mayoría de ustedes han tenido una experiencia así: han estado leyendo la Biblia y un versículo les llama la atención. De pronto, hay gran entusiasmo por este versículo que parece darles tanta vida y aliento. Sin embargo, inicialmente no podrías enseñar o explicar ese versículo aunque tu vida dependiera de ello. 

Lo que realmente sucedió es esto: Tu espíritu recibió el poder vivificante de la palabra de Dios. Cuando aprendemos a recibir de nuestro espíritu, nuestra mente se convierte en estudiante y, por lo tanto, está sujeta al Espíritu Santo. A través del proceso de revelación y experiencia, nuestra mente finalmente obtiene comprensión. Éste es el aprendizaje bíblico: el espíritu que da influencia a nuestra mente.

El conocimiento en este contexto es fruto de la experiencia. Es más que meros conceptos o teorías. La palabra conocimiento aquí proviene de la palabra utilizada en Génesis para describir la experiencia de intimidad. 

Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín…. Gn. 4:1

Es una tontería pensar, “Debido a que tenemos la Biblia, ya se ha dado la revelación completa de Dios. Ya no necesitamos más”. Primero que nada,  la Biblia está completa, no se van a agregar más libros, pero, es un libro cerrado sin la ayuda del Espíritu Santo. En otras palabras es un libro que no entendemos si el Espíritu Santo no “abre” nuestro entendimiento. Debemos tener revelación para ver lo que ya está escrito.

En segundo lugar, sabemos muy poco de lo que Dios quiere que entendamos de Su Palabra. Jesús dijo lo mismo. No pudo enseñar a sus discípulos todo lo que había en su corazón. 

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Jn. 16:12  

Este es el conocimiento que proviene del Espíritu de Dios cuando sopla sobre las Escrituras, conduce a encuentros divinos; la verdad experimentada nunca se olvida. 

Pr. Rafael Vargas

 

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