El profeta Joel habló que se iba a producir un derramamiento del Espíritu Santo, y que éste ocurriría en los últimos días.  Joel  2:28-29  “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. 

A inicios del siglo pasado tuvieron lugar los primeros derramamientos del Espíritu Santo, mismos que traían las características señaladas por la profecía de Joel. Estos derramamientos fueron “tocando” las diferentes naciones a lo largo de estos últimos cien años. Por lo que, si los últimos días iban a estar marcados con esta característica, podríamos concluir que estamos viviendo el final de los últimos días previos a la venida del Señor. Existen muchas promesas y palabras con relación a los últimos días. A decir verdad, la humanidad ha estado viviendo estos últimos días por poco más de dos mil años.

Jesús habló respecto de este tema, lo expuso como señales antes del fin,  y habló de los días que nos está tocando vivir.  Mt. 24:6-7  “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares”. Jesús no estaba dando una promesa. Él solo estaba describiendo las condiciones en las que iba a enviar su ejército en los últimos días. 

Todo lo dicho, las palabras proféticas y las promesas con relación a los últimos días van a requerir de todos nosotros que tengamos activada nuestra fe. Para algunos esa fe va a servir para prevalecer hasta que el pueblo de Dios sea rescatado por ÉL. Mientras que para otros, esa fe va a servir para mantenernos firmes en nuestra comisión. Cuando nuestra seguridad de transformación depende del regreso de Cristo y no de su obra, nos convertimos en personas inútiles en la fe. Si bien, sabemos que ¡su regreso será glorioso! También sabemos que su obra es la que está preparando el escenario para que un pueblo transformado, transforme la naturaleza del mundo en que vive. 

Esta es una obra gloriosa, ejecutada y llevada a cabo por una novia gloriosa, que está a la altura de la gloria del novio. El novio, el glorioso, vendrá por una novia gloriosa.

En las Escrituras encontramos que hay muchas cosas que van más allá de la información. Son palabras, promesas, por las cuales nosotros debemos creerle  a Dios. Para que mantengamos este asunto en perspectiva, recordemos una promesa que Dios le dio a su pueblo en el Antiguo Testamento. Es la promesa que recibió Israel para entrar en la Tierra Prometida. La generación que recibió dicha promesa de primera mano, no pudo entrar a la Tierra Prometida. 

¿Será que Dios los había defraudado? ¡Fue ÉL quien les prometió eso! No, Dios no los había defraudado. Su pueblo, tenía ciertas responsabilidades que asumir para que esta promesa se cumpliera y no lo hicieron. Recordemos como el corazón del pueblo se endureció una y otra vez; y al hacerlo, probaron a Dios. Hasta que ÉL dijo “No” a su promesa para esa generación. Aunque Dios siempre cumplirá lo que ÉL promete, ÉL no está obligado a desempeñar la parte que nos toca ejecutar a nosotros. 

Las promesas que nos da Dios revelan su corazón, deseo y propósito para nosotros. Muchas de esas promesas son condicionales, es por ello que es posible que no sucedan. ¿Por qué? Porque las promesas hay que creerlas y hay que trabajar en pos de ellas antes de que se vuelvan una realidad para nosotros. Jugamos un papel importante en muchas de las cosas que Dios declara sobre nosotros

Hay muchísimas promesas de parte de Dios para los días que estamos viviendo, pero muchos de nosotros no las vemos. El hecho de haber visto que la maldad se ha ido incrementando, nos ha puesto de manifiesto la oposición que tenemos los hijos de Dios en este mundo dominado por la maldad. Y nos hemos acostumbrado a vivir con esa oposición, y está puede ser la razón por la cual no podemos ver con claridad estas promesas de Dios. Entonces si una palabra trae juicios, tribulaciones y otras cosas por el estilo, entonces se presupone que es para estos tiempos; pero si es una promesa llena de bendiciones, debe ser para cuando vivamos en el cielo con el Señor, bajo su reinado. Ojo que esto puede convertirse en la norma de lo que interpretamos para lo que viene para nosotros.

El Señor nos dio promesas incomparables para ayudarnos a  salir victoriosos de las circunstancias difíciles. Nos alentó a  que enfrentáramos los retos de la vida día tras día.

Hay un  paralelo muy peculiar entre lo que experimentó Israel cuando le tocó conquistar la Tierra Prometida y lo que la Iglesia está experimentando en nuestros días. El paralelismo a veces es tan grande que llega a asustar. Es como si el Señor hubiera dicho “la Tierra Prometida les pertenece por completo, pero la irán heredando poco a poco. Si van demasiado rápido no podrán administrar lo que han heredado y no será beneficioso para Uds., perseveren en el proceso, avancen, porque al hacerlo YO los estoy transformando para ser capaces de cuidar lo que les doy; la condición es obedezcan con todo su corazón”.

El Señor está trabajando en nosotros, en el entorno, para que disfrutemos de todas y cada una de sus bendiciones.

Pr. Rafael Vargas

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