Una forma práctica para que el creyente acceda a la autoridad y el poder de la cruz es por medio de participar de la Santa Cena.
El hecho de participar de la Santa Cena nos introduce a experimentar una realidad espiritual poderosa. La Santa Cena es un muy buen ejemplo de la conexión de lo físico con lo espiritual, y al mismo tiempo te permite la plena participación en los logros de la crz.
La Santa Cena es participar de la evocación de una gran bendición.
“La copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” 1 Co. 10:16 RVC
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Hace más de dos mil años, un día viernes, la humanidad clavó al Hijo de Dios en una cruz de madera. En ese día, muchas cosas acontecieron. El diablo se rió, la gente se burló y el Padre Celestial le dio la espalda a su Hijo. Jesucristo murió y resucitó por todo el mundo. Mientras Jesús agonizaba en la cruz, ocurrieron muchos milagros.
Según el evangelio de Mateo, cuando Jesús murió en la cruz los acontecimientos se suscitaron así :
“Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde hubo tinieblas sobre toda la tierra. Cerca de las tres de la tarde, Jesús clamó a gran voz. Decía: Elí, Elí, ¿lema sabactani?, es decir, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí, decían, al oírlo: Está llamando a Elías. Al instante, uno de ellos corrió y tomó una esponja, la empapó de vinagre y, poniéndola en una caña, le dio a beber. Los otros decían: Deja, veamos si Elías viene a librarlo. Pero Jesús, después de clamar nuevamente a gran voz, entregó el espíritu. En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron, y muchos cuerpos de santos, que habían muerto, volvieron a vivir. Después de la resurrección de Jesús, estos salieron de los sepulcros y fueron a la santa ciudad, donde se aparecieron a muchos. Al ver el terremoto y las cosas que habían sucedido, el centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, se llenaron de miedo, y dijeron: ¡En verdad éste era Hijo de Dios!” Mt. 27:45-54 RVC
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