Unos cuantos mensajes públicos con asistencia de multitudes están registrados en la Biblia. El resto de lo que conocemos acerca de Jesús proviene de conversaciones con personas individuales: un ciego, la samaritana, una viuda. A veces es tentador creer que solamente los ministros del evangelio que hablan delante de multitudes pueden marcar la diferencia. Pero si hemos de impactar nuestro barrio, ciudad y Nación, necesitamos tener claro el principio básico: Dios para cambiar al mundo lo hace una persona a la vez. Por ello es importante prestar atención a la vida de Jesús y aprender de ella.
Hay aspectos que debemos corregir de nuestra manera de ver la expansión del Reino de Dios en la tierra. Una herramienta poderosa que tenemos para marcar la diferencia es nuestra propia historia personal. Cuando alguien esta abierto a escuchar acerca de tu vida: tus angustias, experiencias, vivencias, dolores, triunfos y derrotas, y cómo encontraste respuestas a tus necesidades, te llenaste de esperanza e incluso los milagros que experimentaste luego de encontrar a Cristo. Nadie podrá discutir tu experiencia personal si tu la mantienes real y sin exagerar.
En lugar de debatir con otras personas, porque lo único que se logra con ello es enfrentar tus creencias con las de ellos, simplemente comparte lo que sucedió en tu vida. Las historias personales son siempre interesantes y hay poder en compartir lo que Jesús hizo por ti. Cuando alguien esta dispuesto a oír tu historia, tu te sientes mas a gusto de contarla.Muchos cristianos creen que tienen que confrontar el pecado en cada oportunidad que tienen; porque al no hacerlo creen que están comprometiendo su fe. Lo que hacen es amontonar culpa y vergüenza precisamente sobre las personas a quienes tratan de evangelizar. Y eso no es lo que Jesús hizo.
Lc. 19:1-10 …. 5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. 6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. 7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. 8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado…. Zaqueo era el menos indicado para ser anfitrión de Jesús, era recaudador de impuestos y era sabido que ellos eran muy abusivos con los contribuyentes, generalmente les cobraban impuestos por demás, de manera que ellos se quedaban con las porciones extraordinarias que cobraban. Cuando Jesús menciono que se quedaría a posar en la casa de este detestable cobrador de impuestos, esa decisión provocó que la murmuración al respecto corriera como un reguero de pólvora. ¿Cómo una persona justa podría hacer eso, quedarse en la casa de un corrupto?
Zaqueo era un hombre con mala reputación por sus acciones. Y al decirle Jesús que se quedaría en su casa, era como si Jesús estuviera avalando de forma incondicional el comportamiento de este hombre. Recuerde que en aquel tiempo compartir la comida, compartir el techo era una señal de amistad y aceptación incondicional. Pero, lo que Jesús estaba haciendo con Zaqueo era levantarlo de su condición de vergüenza y ponerlo en igualdad de condiciones con el resto de las personas.
Jesús no lo avergonzó por sus faltas, es más ni siquiera las mencionó. Una vez reunidos en casa de Zaqueo, este se comprometió a dar la mitad de su riqueza a los pobres y devolverle multiplicado por cuatro a todo aquel que el hubiera engañado. Mi hermano(a) ese es el poder de la gracia de Dios operando en la vida de los seres humanos. Esa gracia nos transforma de una condición caída a una condición de vida. Y ojo que Jesús no disculpó la conducta pecaminosa de Zaqueo.
Sin amor y aceptación no puede haber confianza ni posibilidad de que exista relación. La gente necesita un lugar seguro, lleno de amor, de aceptación y perdón para reaccionar ante Espíritu Santo.
Cuando le mostramos a las personas que las aceptamos y amamos, los estamos poniendo en igualdad de condiciones con nosotros, entonces creamos el ambiente donde el cambio y la transformación son posibles. Cuando nosotros no aceptamos a las personas tal como son, como resultado nos volvemos juzgadores. Asumimos que tenemos la razón para hacer lo que estamos haciendo y nos olvidamos que solo Dios conoce el corazón de las personas. 1 R 8:39 39… cuyo corazón tú conoces (porque sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres).
Debemos reconocer que nosotros no tenemos la capacidad ni el conocimiento suficiente para juzgar a los demás. Lo único que hace el juicio es abrir las puertas al dolor y al resentimiento.
Hay miles de personas que han destruido hermosas relaciones que construyeron a lo largo de largas etapas de su vida simplemente por juzgar el corazón de los demás. De manera que dejar de juzgar implica aprender a amar, aceptar y perdonar.
Pr. Rafael Vargas S.