Cuando la gente piensa en los cristianos, no piensa en personas que se mueven en poder, ni en milagros ni siquiera que se mueven en confianza todos los días, no vienen a su mente palabras como persona excelente o sabia.
Cuando las personas enfrentan cierto tipo de problemas y necesitan respuestas prácticas, generalmente no acuden a la Biblia en busca de soluciones o respuestas. Y cuando piensan en “iglesia” no se imaginan un lugar vibrante, lleno de vida y regocijo; ni tampoco lo ven como el mejor lugar para construir y fomentar buenas relaciones.
Por el contrario, cuando las personas piensan en el cristianismo, solo ven religión, juicio, condenación, tradiciones huecas, viejas y aburridas. Otros se imaginan un show, estilo película de Hollywood, de esas llenas de exageraciones que se difunden por la TV, y junto con ello los “milagros” que la gente piensa que han sido “montados” para engañar a la gente.
Las personas tienen a veces tales modelos de creencias que los paralizan, o los llevan a volverse críticos gratuitos del cambio. Lo que necesitamos comprender a la luz del conocimiento de la Palabra de Dios es que existen métodos negociables y lo que es innegablemente no negociable es la Verdad.
He visto en diferentes lugares, personas intentando compartir su fe; pero cuando uno mira la reacción de la gente a esas iniciativas uno fácilmente puede darse cuenta que esos métodos ya no son efectivos.
A pesar de su buen corazón, muchos de estos evangelistas bienintencionados hacen más mal que bien. Están metidos en una rutina de confrontación, que sencillamente no funciona. Y no es que la gente se oponga al mensaje; cuando se comparte de la forma correcta, uno no puede encontrar un mensaje más precioso que las noticias acerca de Jesús. Nosotros, como seguidores de Cristo, tenemos que cambiar la forma en como compartimos el mensaje. El mensaje no necesita ser cambiado, los que tenemos que cambiar somos los mensajeros. Y como resultado lograr que las personas se acerquen a Cristo y quieran conocerle.
Nuestro Padre Celestial nos ha enviado OTRO consolador; es decir alguien igual de poderoso a Jesús. Él no nos iba a dejar indefensos, ni con un maestro de talla menor a Jesús. Espíritu Santo es una persona, y como tal quiere ser nuestro amigo. Él quiere que lo conozcamos un poco más cada día.
Cuando oramos por las personas y Espíritu Santo es quien trabaja, no se trata de nosotros. No se trata de nuestra capacidad o la falta de ella; y mientras más conscientes estemos de ello, seremos más libres para para poder ayudarles en sus necesidades; así alcanzaremos a los que tienen el alma herida, las finanzas rotas, hambre y sed de justicia, los quebrantados de corazón y aquellos insatisfechos con su manera de vivir.
Es tiempo de despertar. Empecemos a pensar de manera diferente acerca Dios, la vida y aun de nosotros mismos. Jn. 10:10 10 … yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. En otras palabras, Jesús vino al mundo para que nosotros tuviéramos una vida de plenitud, de verdad, gozo y alegría.
El problema más grande que enfrenta la iglesia de nuestros días es la manera en como los cristianos, nos dirigimos al resto del mundo en el nombre de Dios. El mensaje es Jesús y no hay nada que podamos hacer para mejorar este mensaje. Entonces ¿por qué tantas personas se tapan los oídos cuando los seguidores Cristo tratan de compartir su fe? ¿Por qué personas inteligentes, bien educadas, parecen huir de todo aquello que está lleno del Espíritu? o ¿Por qué no vemos evidencia del poder de Espíritu Santo en las calles, en los negocios; así como lo vemos en las instalaciones de algunas Iglesias? Sabemos que el mensaje de Jesús es perfecto. Sabemos que el poder de Espíritu Santo para influenciar nuestras vidas es poderoso; en consecuencia, el problema tiene que encontrarse en los mensajeros. Nosotros somos el problema.