Es una bendición que nos reunamos para adorar a Dios, cantar sus maravillas, y servirle desde lo más profundo de nuestro ser. Es posible que tengamos ciertas reuniones que no queremos que terminen, pero, tenemos que estar conscientes que nosotros no vivimos en reuniones. Esto es algo que les sucedió también a Pedro, Juan y Jacobo allí en el monte de la transfiguración.
Lc. 9:29-35 “…Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd”. Luego de presenciar la gloria de Jesús y ver al Maestro conversar con Moisés y Elías, ambos rodeados de gloria; Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí”. Pedro estaba expresando el deseo de permanecer en esa atmosfera de bendición y gloria. Pero de inmediato, “… vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd”. Aquí hay un énfasis que no puede pasar desapercibido, el Padre esta diciendo, hay una nueva voz, oigan a mi hijo. Los discípulos dijeron: “Señor, nos queremos quedar”; pero Dios dice “es hora de bajar del monte a la llanura a cumplir la misión”.
La Iglesia no sólo se reúne a adorar a Dios, se reúne y va al mundo, se reúne y va, se reúne y va. Detrás de esas puertas está el campo misionero. La Iglesia del Señor es una Iglesia que se reúne y va.
Cuando Jesús iba a partir de este mundo dejó instrucciones para su Iglesia. Mt. 28:19-30 “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. El Padre dijo oigan la voz de mí hijo y Jesús nos dice: “Vayan a las naciones”.
Jesús estaba hablando a sus discípulos, ellos eran judíos, entrenados por un Maestro también judío, para entrenar y alcanzar a otros judíos. Todo es judío y luego de 3 años de discipulado son enviados a buscar a las ovejas perdidas de Israel. Estos discípulos han visto a su Maestro hacer milagros, sanar enfermos, enseñar con sabiduría, morir en la cruz y hasta ha resucitado. Y viene este Maestro judío y les dice vayan a las naciones. Cuando les dice esto, se produce un “corto circuito en las mentes de los discípulos”. Cuando habla de naciones, esta hablando de etnias, de gentiles, de gente que comparte una afinidad cultural que les permite sentirse identificados. Les esta diciendo “vayan”, es una orden, donde los no-judíos, esto es muy radical. Imagínense, ninguno de ellos, tal vez excepto Mateo, nunca han compartido nada con un gentil, ni han estado en la casa de ninguno de ellos, tampoco han compartido una comida con ningún gentil. Entendamos lo que implica este mandato: salir de mi Nación, de mi ciudad, de mi cultura, de mi etnia, de mi burbuja… ¡realmente era radical!
Ahora ubiquemos bien las cosas, si pensamos en la genealogía de Jesús, tenemos que referirnos al evangelio según Mateo, este es el evangelio dirigido a los judíos, y allí el Espíritu Santo inspiró a Mateo a empezar el primer capítulo con la genealogía de Jesús y aparecen en la relación 4 personajes gentiles, no judíos y a más de ello mujeres, rompiendo el esquema patriarcal de la misma genealogía: Se trata de Tamar, una mujer cananea quien pecó fornicando con su suegro Judá, Rahab, otra mujer cananea, quien oficiaba de ramera en Jericó, Rut, una mujer moabita, no olvidemos que Moab era un pueblo enemigo del pueblo de Dios y además habla de “la que fue mujer de Urías”, refiriéndose a Betsabe, posiblemente hitita, quien adulteró con el Rey David. Llama la atención que se hubiera puesto a estas 4 mujeres, dejando de lado a las madres de Israel por “excelencia” como son Sara, Rebeca, Raquel… podemos entender que se estuviera tratando de mostrar la gracia hacia los pecadores, como un preludio de la salvación universal que iba a traer el ministerio de Jesús. Y el más judío de los evangelistas antes de terminar el evangelio que lleva su nombre, deja en claro el mandato de Jesús -> Vayan a las Naciones, vayan a las etnias. Si lo entendemos claramente, no necesitamos cruzar fronteras, solo necesitamos salir de nuestra zona de comodidad. En nuestro caso nos esta diciendo vayan a los mestizos, a los indígenas, a los quechuas, a los aimaras, a los chiquitanos, a los guaranís, a los afrobolivianos, a los blancos, vayan a las etnias que pueblan Bolivia.En cierto sentido hemos desobedecido el mandato de Dios.
¿Cómo respondieron los discípulos a esto? Vayan a otras etnias. Pedro fue a Roma, allí terminó siendo crucificado, Andrés anduvo por lo que hoy es Rusia, Turquía y Grecia. Tomas fue a la India y Siria. Santiago estuvo en Siria y Persia. Ellos salieron de su zona de confort. Los creyentes deberíamos tomar en serio este mandato de ir a otras etnias. Deberíamos aprovechar cada oportunidad que se nos presente de compartir el evangelio. Haz tuya la gran comisión.
Pr. Rafael Vargas S.