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domingo, 10 noviembre 2019 / Published in Palabra que Edifica

UN ENEMIGO GRANDE (249)

El ser humano ha sido diseñado por Dios, ÉL puso en nosotros todo el equipamiento necesario para ser exitosos en la vida en todos los sentidos. Por ello NO podríamos decir que el temor es algo que no deberíamos tener, el temor es parte de la vida. Dios nos equipó así para protegernos de lo inesperado. Además, el temor acciona estallidos repentinos de fuerza y velocidad, justo cuando son necesarios; es un instinto básico de supervivencia, es cosa buena mientras se mantenga en los límites de lo racional. Otra cosa es cuando el temor no conecta con la razón.

Cuando el temor edifica su poder sobre nosotros, encadena nuestras manos y nos impide hacer las cosas comunes de la vida; porque nos pone bajo esclavitud. 

Los pequeños temores, esos casi imperceptibles, van creciendo día a día hasta que nos paralizan. ¡Hay tantas variedades de temores! a enfrentar: enfermedad, pobreza, pérdida del amor, vejez y muerte.

Uno podría pensar que los cristianos estamos libres del temor, pero eso no es real; debería serlo pero no lo es. En la Biblia vemos que el pueblo de Dios está atormentado por los mismos temores que el resto de los seres humanos. Ej. Los discípulos de Jesús, aparecen temerosos de las tormentas, los romanos y de la muerte de Jesús. Y no son la excepción, en el A.T. vemos que el ejército de Israel estuvo un tiempo atemorizado por un solo hombre, Goliat.

El coraje NO es la ausencia del temor, sino como manejamos el temor. Es el lugar donde la fe y temor se cruzan. David nos trae una historia del poder del coraje, al enfrentar a Goliat y vencerlo. Pero, también tenemos historias del poder del temor: la expedición de los espías enviada a Canaán. El sueño de generaciones estaba allí al frente y era un misterio. La experiencia de estos hombres luego de indagar la realidad de Canaán tuvo un impacto sobre toda la Nación; impacto que duró 40 años y les costó penas y tragedias. 

La mayoría de los espías NO vieron la tierra con la perspectiva que Dios quería que tuvieran. Dios no había establecido el espíritu de temor que trajeron en calidad de recomendación. En Dt. 1:19-21 encontramos principios sobre la tiranía del temor y la libertad en la fe. El mandato de Dios era claro, vayan y tomen la tierra que les he dado. Ellos podían haber reclamado la abundancia que Dios quería que tuvieran; ellos habían prevalecido contra el desierto, el ejército de Faraón, atravezado el Mar Rojo, superado hambre y sed y estaban enfrentando el último de los obstaculos: el temor.

Podemos estar en el umbral de la promesa más grande que Dios nos hubiere dado, pero si permitimos que el temor nos domine, no vamos a poder reclamar nuestras bendiciones; la miopía que causa el temor nos puede impedir alcanzarlas. 2 Tim. 1:7 “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. El poder no se acobarda ante la incertidumbre, el amor nunca es vencido y el dominio propio no se relaciona con la especulación irracional.

Dios tiene promesas para ti y quiere que vayas por ellas, corriendo con un grito de victoria y no con un lloriqueo de temor. Ro. 8:15 “… habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” Podemos acudir a nuestro Padre, somos sus hijos; no estamos solos.

El temor nos distorsiona la visión, nos roba la perspectiva. Dt. 1:27-28 “… Porque Jehová nos aborrece, nos ha sacado de tierra de Egipto, para entregarnos en manos del amorreo para destruirnos. ¿A dónde subiremos? Nuestros hermanos han atemorizado nuestro corazón, diciendo: Este pueblo es mayor y más alto que nosotros, las ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; y también vimos allí a los hijos de Anac”. El temor saca lo peor de nosotros. Nos lleva a la queja, a la desconfianza, a la acusación y a la desesperación. 

Los espías trajeron ese cuadro distorsionado e infectaron el espíritu de toda la Nación: “¡Hay gigantes en esa tierra!” Pero el verdadero gigante que ellos veían estaba en sus cabezas y era el temor. Además dijeron “éramos como langostas ante sus ojos”. Así que al tiempo que el temor agranda a nuestros obstáculos y enemigos, también los multiplica; y nos hace vernos como poca cosa. Entonces perdemos la perspectiva de lo que podemos hacer a través de Aquel que nos fortalece. ¡Cuánto más grande es el temor, más débil es el razonamiento!

Al dar lugar a los temores uno hace que quienes nos rodean se desalienten. Aquellos diez espías con informe negativo infectaron toda una generación. El gigante que habían traído al campamento era más temible que los que habían visto; porque el gigante del temor devoró la fe y el coraje de la Nación.

Dt. 1:29-33 “Entonces os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos. Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino…” Dios los había cuidado, e hizo todo lo posible para tener una relación de amor y confianza con ellos, para que aprendieran lo hermoso que es seguirle. Dios repite una y otra vez la siguiente expresión: “no temaís” y si lo entendemos bien es una orden.

El temor es simplemente desobediencia. ¿Qué otra cosa puede ser el temor sino es desobediencia al Señor, cuando ÉL nos ha dado todo para caminar en Fe?

La incursión de los espías iba a revelar si ese pueblo realmente confiaba en Dios. En cada momento de definición de la fe, deberíamos mirar atrás y recordar, “si Dios nos ha traído hasta aquí, ÉL nos va a llevar al  resto del camino”. La experiencia de lo vivido y nuestra memoria deberían llenarnos de poder. Tenga cuidado, porque el temor no cree en las promesas de Dios.

La Palabra dice: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Stgo. 4:17. La próxima vez que estés cuestionado, arrinconado por el temor, recuerda que vivir en temor es vivir en pecado.

Hay quienes dicen no puedo evitarlo, y es porque se olvidan que Dios nos ha dado todo para enfrentar el temor. Nos ha dado principios de fe que nos ayudan a vivir con valentía.

Solo la fe de Josué y Caleb los llevaron a entrar a la tierra prometida, pero no los libraron de ver morir a sus amigos uno tras otro durante 40 años y ni tampoco de vagar por el desierto.

Enfrentemos al temor. Nos andamos preguntando ¿Qué pasa si…? una y otra vez. Porque no hemos aprendido a aceptar la naturaleza confiable y amada de Dios. Él nunca llamaría a sus hijos para dejarlos botados por ahí, solos y abandonados. Él no quiere que pasemos por umbrales de angustia, ni de sueños rotos. Nos esperan campos de leche y miel y no podemos conformarnos con menos. Entonces ¿Cómo vamos a enfrentar nuestros temores?

Pr. Rafael Vargas S.

 

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