En esta ocasión, miremos un poco más de cerca al profeta Daniel para ver qué nos dice su vida acerca del líder/servidor. Porque Daniel, fue un profeta de Dios que tuvo un estilo de vida diferente.
Daniel tenía una de las asignaciones más inusuales que jamás se le haya dado a un profeta. Fue asignado a servir a un rey que estaba tan retorcido en su pensamiento, que mataba a cualquiera que no adorara la imagen que él creó de sí mismo. Daniel no solo fue asignado para servir a Nabucodonosor; también fue contado con las brujas, brujos y ocultistas de ese tiempo.
Babilonia era sinónimo de inmoralidad, idolatría y de toda maldad. Pero, los babilonios también valoraban mucho la excelencia y la creatividad, y se dedicaron a desarrollar una sociedad superior rodeada de intelectualismo y belleza. Los Jardines Colgantes de Babilonia fueron contados entre las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Este es el mundo en el que fue plantado Daniel.
La primera decisión destacada de Daniel tuvo que ver con su dieta. El no quería contaminarse comiendo la comida del rey. Su supervisor desafió su decisión, pero permitió que Daniel y sus compañeros hicieran un experimento para asegurarse de que no comprometieran su salud si sólo comían vegetales. Dios honró la devoción de Daniel y le permitió vivir con gran salud, lo cual fue un testimonio para aquellos que conocían su decisión.
“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos; y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas. Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días. Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey. Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres”. Dn. 1:8-16
Esto representa algo de gran importancia para quienes están llamados a cambiar el sistema desde adentro. Mi mayor preocupación con el enfoque de la vida y el servicio fruto de la invasión de Babilonia es el hecho de que, por lo general, no puedo ver ninguna diferencia en el estilo de vida de aquellos que dicen amén a este mensaje. No fue así con Daniel. Aunque estaba trabajando dentro del sistema babilónico. El estilo de vida de Daniel fue diferente.
Lo que Daniel accedió puede ser aún más asombroso. Admitió que su nombre se cambiara de Daniel a Beltsasar, un nombre pagano. También acordó estudiar en el sistema educativo babilónico, que incluiría el estudio de prácticas ocultas. Sabía que su conocimiento de la Palabra de Dios mantendría a salvo su pensamiento y su sistema de creencias. También estaba convencido de que lo que la gente lo llamara no tendría ningún impacto en quién él era. Soportó estas cosas, pero trazó una línea en la arena con respecto a su vida personal. Me encantaría ver que este estilo de vida se siga más, a medida que Dios abre las puertas para que más y más creyentes sean plantados más y más profundamente en los sistemas impíos del mundo. Pero debe haber una diferencia en sus estilos de vida personales.
Una historia sobre Daniel tiene que ver con cómo sirvió al rey cuando este se vio en dificultades. Nabucodonosor tuvo un sueño acerca del juicio de Dios sobre su vida. No lo entendió, por lo que invitó a Daniel a interpretarlo.
“hasta que entró delante de mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien mora el espíritu de los dioses santos. Conté delante de él el sueño, diciendo: Beltsasar, jefe de los magos, ya que he entendido que hay en ti espíritu de los dioses santos, y que ningún misterio se te esconde, declárame las visiones de mi sueño que he visto, y su interpretación”. Dn. 4: 8-9
Mantener la santidad personal en una atmósfera impía siempre se nota y eventualmente se valora.
Daniel no quiso dar la interpretación porque el sueño era contra su rey. Pero Nabucodonosor le advirtió que tenía que decir lo que había oído. Esta fue la respuesta de Daniel: "Señor mío, que el sueño se refiera a los que te odian, y su interpretación a tus enemigos". ¡Esto es asombroso! ¿Cuántos ministros del Evangelio habrían dicho que deseaban que el juicio de Dios, dirigido a este egoísta demonizado, fuera contra sus enemigos? Básicamente, la mayoría habría seguido interpretando el sueño de este gobernante malvado del que se le había advertido, y pensaría que el juicio sobre él estaba atrasado.
Esta historia revela uno de los tipos de lealtad más raros que jamás hayas visto. La devoción de Daniel por este rey impío se basaba en Aquel que le había asignado, no en la pureza de aquel a quien servía.
Dios nos pone en estos entornos para defender el caso de aquellos cuyas vidas han invitado a la muerte a través del pecado. Cuando nos paramos en la brecha en un papel de intercesión, proporcionamos una atmósfera de seguridad donde los tratos de Dios no destruirán a las personas, sino que podrían ser fundamentales para llevarlas al arrepentimiento. No es porque no sean culpables, es porque la disciplina de Dios es más fácil de soportar cuando hay a tu lado personas que realmente te aman.
La escena final de la vida de Nabucodonosor nos da el mayor testimonio del efecto de este enfoque. Este hombre, que fue el ejemplo mismo de la realeza maligna, se presenta ante el Todopoderoso, el Dios de Daniel, y le alaba y lo honra.
“Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia”. Dn. 4:37
Pr. Rafael Vargas