En medio de todo lo que un ser humano posee, nada es tan impredecible y peligroso como su lengua Stgo. 3:8 “pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal”. Ningún ser humano por sus propias fuerzas puede domar su lengua. Pero el ser humano es un diseño de Dios; ÉL hizo la obra, ÉL creó la lengua, Él tiene que saber cómo domarla.
Hablando Dios con Moisés Ex. 4:11-12 “…Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar”. Una promesa a Moisés. Podemos someter nuestra lengua al imperio de Dios, de manera que sea ÉL quien la dome.
Jesús les dijo a sus discípulos: “Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo”. Mr. 13:11 El Espíritu Santo puede poner en nuestro hablar las palabras correctas. El primer lugar donde el Espíritu Santo empieza a trabajar es en nuestra lengua, en el uso de las palabras. Si someto mi lengua al Espíritu Santo a diario, ÉL me ayudara a domar lo indomable.
Ninguno de nosotros nació con habilidades comunicacionales desarrolladas, todos pasamos por el proceso de aprender a comunicarnos. Conforme usamos el idioma fuimos creciendo en su dominio. Y este proceso tomó su tiempo. Cuando empezamos a sujetar nuestra lengua, para poder tenerla bajo control y dominio propio va a pasar algún periodo de tiempo. Y será solo la gracia y el poder de Dios los que puedan llevarnos al éxito en ese sentido. Pero no debemos olvidar que todo empieza con una decisión personal, de comprometernos en hacerlo y pedir la ayuda de Dios.
Existen un par de prácticas que nos pueden ayudar en este tema vital de sujetar nuestra lengua:
- 1. No digas nada por decir. Stgo. 1:19 “…todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. La mayoría operamos al revés, somos lentos para oír y veloces para hablar
Pro. 21:23 ”EL que guarda su boca y su lengua, Su alma guarda de angustias”. Nos señala como una responsabilidad que debemos asumir: Guardar nuestra boca y Pro. 10:19 “En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente”. En resumen: Oye, has una pausa antes de hablar.
- 2. Nunca hables demás. En este valle del Señor hay todo tipo de personas: los que hablan porque tienen boca, los que piensan mientras están hablando, los que piensan después que han hablado y aquellos que piensan antes de hablar. En resumen: Piensa antes de hablar.
En el llamado de Isaías se aprecia un aspecto que llama la atención: El vio al Señor sentado sobre un trono y por encima de ÉL había serafines; cada uno tenía seis alas y decían: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”. Y los umbrales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba. A esa altura Isaías ya esta asombrado, y relata lo siguiente: Is. 6:5 “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. Aprecie lo que dice Isaías al ver a Dios, le vino una luz acerca de su condición de pecador; fue redargüido acerca de la condición de su boca a la que catalogó como inmunda.
Is. 6:6-7 “Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Lo primero que le sucede a Isaías en su llamamiento pasa por ser redargüido de su pecado, este estaba relacionado con su boca, y se limpia con un carbón encendido tomado del altar.
Cada uno de nosotros necesitamos ese toque, que ese carbón encendido que está en la Presencia de Dios limpie el pecado de nuestros labios. ÉL puede tocar mis labios cada día, ayudarme a sujetar mi lengua y a purificar mi hablar. Para no maldecir a nadie, necesito limpiar mi corazón de toda amargura, resentimiento y juicio; por ello hemos de pedir y otorgar perdón a quienes nos ofenden y a quienes hemos ofendido. Así no se contamina tu corazón, fuente de la que brotan tus palabras.
Hagamos que nuestra lengua sea una fuente de vida en lugar de ser una manguera de destrucción. El Espíritu Santo puede domar nuestra lengua. Es por ello que hemos de recibir el bautismo del Espíritu Santo porque éste va a añadirnos una dimensión sobrenatural. Por medio de este bautismo, que implica haber sido sumergido en el poder del Espíritu Santo, ese poder de lo alto viene a tu vida y habita en el creyente que lo pide y recibe. Lc. 11:11-13 “…Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Así que, ¿qué estas esperando hermanit@? ¡Pídeselo al Señor!
Pr. Rafael Vargas S.