Mt. 16:18-19 “….Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” Jesús tiene múltiples llaves en su poder. Cada una de ellas representa poder, para dar o no acceso a un lugar o situación.
Esas llaves que tiene Jesús son de todos los tipos imaginables; llaves para: tierras, edificios, casas, vehículos, tecnología, ciencia, hospitales, industrias, colegios, medios de comunicación, recursos políticos, todo aquello que puede ser poseído y necesite una llave. Estas llaves podían desbloquear SU herencia en la tierra, porque son llaves para recursos tangibles donde la humanidad tiene que ejercer mayordomía, trayendo a la propiedad de Jesús las almas impactadas por dichos recursos.
Cuando nos ponemos de acuerdo con los propósitos de Dios, EL libera cualquier llave que nosotros necesitemos y que vaya a traer a Jesús lo que le pertenece. Estas llaves van a bloquear o desbloquear el despliegue de la gran promesa de manera que el Hijo de Dios coseche su recompensa completa. Y así es como llega la provisión sobrenatural de Dios, a través de las llaves que EL nos da.
Un poderoso siervo de Dios, nos relata “Vi en visión volar una llave celestial por los aires, y yo esperaba que esta abriera unas puertas, pero en lugar de ello fue a parar a las manos de un hombre. Este hombre tenía sus manos levantadas en lo alto, esperando recibir del Señor, y a pesar que delante suyo habían abiertas varias puertas, él estaba enfocado en una puerta que se encontraba al medio de las otras, la cual estaba cerrada y bloqueada, y parecía ser la más importante de las puertas, y aparentemente no había manera de desbloquearla.
Me di cuenta que esa puerta era la más valiosa, era la puerta que este hombre quería por encima de cualquier otra cosa. Las otras tenían un acceso fácil, y muchas personas las habían atravesado, pero este hombre quería ir a través de la puerta bloqueada, porque nunca nadie la había atravesado antes.
Justo cuando él le estaba clamando al Señor, la llave cayó en su mano. De pronto, el sabía que había llegado el tiempo preciso. Miro la llave en sus manos, dio un salto de alegría y violentamente atravesó la puerta bloqueada con todas sus fuerzas.
Este hombre quería entrar en una temporada divina de unción, en la cual todas las cosas que pasaran por sus manos se tornarían en oro radiante. Yo sabía que este hombre representaba a muchos que no se han comprometido al asumir proyectos fáciles. Este hombre era uno que pago el precio. Espero en Dios diariamente por las llaves de las divinas promesas que vendrían más adelante. Desarrollando una profunda intimidad con Dios, el hombre levanto sus manos como un día lo hizo David”. Sal. 28:2 “Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, Cuando alzo mis manos hacia tu santo templo.”
Dios está buscando personas que dependan de EL y que no estén esperando que otros les abran las puertas. EL está observado a aquellos que anhelantes esperan vivir la experiencia de que se abra una puerta con el que es el Maestro de todas las Llaves, son aquellos cuya única esperanza está en Dios.
Sal.121:1-8 “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; El guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre.”
El rey Salomón camino en una poderosa manifestación del Espíritu de Dios, con el favor del Cielo.
Dios quería que la construcción del templo fuera una demostración del ponerse de acuerdo entre el Cielo y la Tierra.
Debido a que el deseo de Salomón estaba declarado en 2 Cr. 2:5 “Y la casa que tengo que edificar, ha de ser grande; porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses.” Dios envió ángeles suplidores de recursos que proporcionaron los mejores materiales conocidos en esos días: Cedros del Líbano, maderas preciosas, el oro más fino y mucho bronce al punto que no había quien pudiese medir cuanto fue usado, los mejores artesanos y constructores conocidos en ese tiempo, eso y mucho más. Así es como luce una provisión divina de los recursos celestiales.
Jesús nos enseñó a orar que el Reino de los Cielos venga a la tierra. Lc. 11:2 “…Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, en el cielo, como en la tierra.” Porque este es el Gran Deseo de Dios antes del fin de los tiempos.