Desde el principio Dios ha preparado el escenario para asociarse con personas imperfectas en una relación de trabajo conjunto. Cuando uno ve que Jesús hizo lo que hizo como hombre siguiendo a su Padre, uno se ve obligado a hacer lo que sea necesario para seguir ese ejemplo.
Hay dos condiciones esenciales que resaltan en la vida de Jesús. Primero está el hecho de que Jesús no tuvo pecado. Para calificar en esta condición es necesario haber nacido de nuevo. Debido a la misericordia y gracia de Dios, podemos cumplir con la primera condición.
La segunda condición es que Jesús fue completamente empoderado por el Espíritu Santo. Como hombre, él carecía de poder; pero, el Espíritu Santo vino sobre él en su bautismo. Lc. 3:21-22 “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”.
Jesús quería que sus discípulos vivieran en el mismo poder en el que ÉL vivía, entonces les pidió que esperaran en Jerusalén para que recibieran lo prometido, el mismo derramamiento del Espíritu Santo que ÉL había recibido. Hch. 1:8 “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
Hch. 2:1-4 “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo”.
La vida de Jesús fue una muestra palpable de aquello que puede hacer un hombre sin pecado en su vida y que esté completamente lleno, empoderado por el poder del Espíritu Santo. Jesús, modeló una vida de poder sobrenatural teniendo las mismas limitaciones de un hombre natural.
De manera que para cumplir su misión. Jesús necesitaba al Espíritu Santo. Jn. 4:34 “Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”.
Si el hijo de Dios dependía tanto de la unción, su comportamiento debería aclarar nuestra necesidad de que el Espíritu Santo esté sobre nosotros para hacer lo que el Padre nos ha asignado hacer… Id y haced discípulos. Debemos estar revestidos con el Espíritu Santo para el ministerio sobrenatural.
En el Antiguo Testamento, fue la unción la que calificó a un sacerdote para el ministerio. Ex. 40:15 “y los ungirás, como ungiste a su padre, y serán mis sacerdotes, y su unción les servirá por sacerdocio perpetuo, por sus generaciones”. Conforme al ejemplo de Jesús, el ministerio en el Nuevo Testamento es el mismo: la unción trae resultados sobrenaturales.
Esta unción es la que habilitó a que Jesús hiciera solo lo que ÉL había visto hacer a su Padre, y a decir solo lo que ÉL había escuchado decir a su Padre. Fue el Espíritu Santo quien reveló lo que había en el corazón del Padre a Jesús.
Diferentes cultos solo consideran a Jesús como un maestro o un profeta y posiblemente hasta como «un» hijo de Dios. Este horrendo error nos proporciona una comprensión de por qué el anticristo fue el nombre dado a este espíritu de oposición. Los espíritus del infierno están en guerra contra la unción, la humanidad entera no es una amenaza para su dominio. Ni siquiera lo es la suma de todos los ejércitos de todas las naciones. Pero la verdadera amenaza para ellos es la unción del Espíritu Santo.
La preocupación de Jesús por la humanidad fue aplaudida. Su humildad fue venerada, pero fue la unción la que liberó lo sobrenatural. Y fue la invasión sobrenatural de Dios mismo lo que fue rechazado por los líderes religiosos. Esta unción es en realidad la persona del Espíritu Santo sobre alguien para equiparlos para las acciones sobrenaturales.
Tan venerado es el Espíritu Santo en la Divinidad, que Jesús dijo: Mt. 12:32 “A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”.
Vivir con una conciencia continua de Él tiene que ser una meta suprema para cualquiera que entienda el privilegio de recibirlo. El es el Espíritu Santo, haciendo de la santidad una gran parte del enfoque de nuestras vidas. Todo creyente es consciente de Dios, pero no siempre a un nivel consciente. Desarrollar esta conciencia es uno de los aspectos más importantes de nuestra vida en Cristo. Si queremos realmente crecer y madurar hemos de hacerlo una prioridad de nuestras vidas.
Pr. Rafael Vargas S.