Ex. 31:1-5 LBLA “Y el Señor habló a Moisés, diciendo: Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en conocimiento y en toda clase de arte, para elaborar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en el labrado de piedras para engaste, y en el tallado de madera; afín de que trabaje en toda clase de labor”. Bezaleel fue la primera persona que fue llena del Espíritu Santo.
El recibió el llamado para liderizar la construcción de una morada para Dios. Y ÉL le reveló el diseño de cómo quería que se hicieran las cosas, esto iba a demandar tener un don especial de sabiduría e inteligencia en conocimiento y en toda clase de arte; mismo que tendría que ser dotado. A Bezaleel le fue dada una sabiduría sobrenatural para que pudiera hacer la obra encomendada con excelencia artística y le permitió como maestro artesano diseñar y construir lo que estaba en el corazón de Dios.
En este pasaje hay una serie de características de la sabiduría plasmadas como ser: diseño artístico, excelencia y trabajo inventivo. Eso es parte de lo que parecía ser, estar lleno del Espíritu en los días de Moisés. El Nuevo Testamento añade el elemento poder, porque cada creyente ahora tiene acceso a los milagros a través del Espíritu Santo. Este nuevo énfasis no elimina la revelación original del tema, pero lo usa como fundamento para continuar construyendo sobre el mismo.
Si nosotros combinamos ambos, terminamos con creyentes que caminan en sabiduría, haciendo contribuciones prácticas a las necesidades de la sociedad, quienes también confrontan las imposibilidades de la vida a través de las provisiones de la cruz, trayendo soluciones a través de la exhibición sobrenatural de milagros, señales y maravillas. Así que es posible que estos dos elementos trabajando en conjunto, deberían ser considerados como la vida cristiana equilibrada; esa clase de vida que genera bienestar, bendición y prosperidad.
Jesús estableció un estándar cuando dijo: “Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; (pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él)”. Lc. 7:28.
Al leer la Biblia, nos percatamos que Juan el Bautista no hizo milagros, cuando menos la Palabra no los registra. Su ministerio era gloriosamente necesario, pero normalmente no lo compararíamos con algunos de los profetas más espectaculares como Elías, Eliseo o Daniel, profetas llenos de señales, milagros y prodigios. Pero aquel que lo sabe todo, el ÚNICO que todo lo sabe, dice que Juan el Bautista es el más grande de todos los profetas.
Hay una verdad contenida en este pasaje que nos ayuda a ver nuestro potencial desde la perspectiva del cielo. Es una verdad maravillosa, al punto que el infierno ha tenido como prioridad, tratar de mantenernos alejados de su simplicidad. Mt. 3:11 LBLA “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene detrás mí, es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; ÉL os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”. Mt. 3:14 LBLA “Pero Juan trató de impedírselo, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”
Juan confesó su necesidad personal de ser bautizado por Jesús. Ninguno de los profetas del Antiguo Testamento, ni siquiera Juan el Bautista, tenía lo que estaba a punto de ser ofrecido al menor de los santos; y es el bautismo en el Espíritu Santo que se convirtió en la meta de Dios para la humanidad.
El bautismo en el Espíritu Santo pone a nuestra disposición un estilo de vida diferente, al cual ni siquiera Juan el Bautista tuvo acceso. Jesús abrió nuestro apetito por este estilo de vida a través de su ejemplo, luego nos dio la promesa de su disponibilidad para nosotros.
Vivir una vida llena del Espíritu Santo es la única manera en la cual podemos consistentemente llevar a otras personas a tener un encuentro con Dios. Mantener una conciencia de ÉL, con la voluntad de hacer lo que ÉL quiera, y hacer posible este objetivo desafiante.
La plenitud se mide en el rebalse. Ser lleno del Espíritu Santo no nos lleva a una experiencia que tuvimos hace unos años atrás. La llenura del Espíritu no se puede medir por lo que yo pueda estar conteniendo, sino por lo que fluye de mi ser. Solamente en el continuo fluir de SU presencia a través de nuestras vidas nosotros estamos realmente llenos del Espíritu Santo. Y es en esa condición en la que es muy probable que podamos traer a otros a un encuentro con Dios.
El concepto de que ÉL fluya a través de nosotros puede resultar un poco abstracto. Pero la idea está enraizada en las enseñanzas de Jesús a sus discípulos. Jn. 7:38-39 “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo”. Jesús nos está enseñando que pasa cuando nosotros ministramos bajo su unción, que pasa cuando Dios nos utiliza. Es como un río que fluye desde nuestro interior; y ese río es el Espíritu Santo. No podía ser más claro, él fluye de nosotros. Vive en nosotros, pero quiere salir, fluir y así bendecir a través de nosotros.
El bautismo del Espíritu Santo es un evento que sucede una sola vez. En Hechos cap. 2, 120 personas fueron bautizadas en el Espíritu en el aposento alto, y más adelante en Hechos cap. 4 encontramos que algunos de estos 120 fueron llenados por el Espíritu Santo nuevamente, fueron re-llenados. Hch. 4:31. Alguien lo puso así: un bautismo y varias llenuras. ¿Por qué? Porque tenemos goteras.
Muchas personas que hablan en lenguas piensan que están llenas del Espíritu Santo. Estar lleno del Espíritu Santo no se evidencia por el hablar en lenguas; se evidencia por estar rebalsando, fluyendo.
El día de Pentecostés, Pedro fue lleno del Espíritu Santo. En Hch. 4 Pedro se reúne con otros creyentes a orar. Pedro oró por más. Él no oró por alivio en medio de la persecución, pidió por más audacia, de manera que pudieran ir a mayor profundidad en el reino de oscuridad y así poder rescatar más víctimas. Hch. 4:31 “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”.
En Hch. 2 Pedro es lleno del Espíritu Santo. En Hch. 4 es vuelto a llenar del Espíritu Santo. ¿Por qué? Si lo estás haciendo bien vas a necesitar hacerlo tú también, ser llenado a menudo. Hay un único bautismo en el Espíritu, pero debemos vivir de tal manera que vamos a dar todo lo que nos ha sido dado, mientras tanto nuestra capacidad para recibir de ÉL se incrementa. Cuando vivimos llenos del Espíritu Santo, experimentamos ese fluir, ese rebalsar, solo más de ÉL puede llenarnos.
La necesidad de ser llenos del Espíritu Santo no es una señal de que algo anda mal; la continua dependencia por más de ÉL, es una cosa muy buena.
Pr. Rafael Vargas S.