Tenemos la capacidad de liberar SUS bendiciones sobre nuestras vidas, impactar positivamente nuestros matrimonios, hijos y nietos, así como experimentar el favor ilimitado de Dios. Jesús lo hizo, ¿por qué no podríamos hacerlo nosotros? ¿Por qué Jesús pudo, acá en la tierra, sanar y bendecir a aquellos que lo rodeaban haciendo uso de sus proclamaciones proféticas y el toque de sus manos? Nosotros también tenemos el poder para tocar y con ello bendecir a las personas, cuando nosotros estamos vinculados con la Palabra hablada de Dios.
Decir que hay poder en el toque de los seres humanos no es un concepto nuevo. Estudios científicos han establecido que en el tocar a las personas hay poder para sanar. Así como se ve en la Biblia que muchos milagros muestran que existe un poder para bendecir y para sanar a través de tocar a las personas, de la misma manera la ciencia médica ha comprobado que no sólo puede sanar, sino que tiene el poder para mantener a las personas con buena salud mental y emocional; las que son dos de las más grandes bendiciones de Dios.
Mt. 19:13-15 “Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí”. Al poner manos sobre los niños, Jesús no sólo estaba tratando de enseñar a la multitud un “tema espiritual”, sino que, al tocarlos, ÉL estaba supliendo la necesidad de afecto real de esos niños.
Jesús en su perfecta sabiduría, demostró su conocimiento de la necesidad genuina de los niños; y por eso ÉL los tocó. Y además de ello recordó la importancia de soltar bendición sobre ellos. Para entender esto, en Génesis cap. 27 leemos hasta dónde llegaron Jacob y su madre para tener las manos de bendición de Isaac sobre la cabeza de Jacob y con ello podemos entender la significancia que tiene la imposición de manos con relación a recibir la bendición de Dios sobre una vida en particular.
La necesidad de un toque afectivo no sólo es un rasgo infantil, ni es algo que alguna vez superemos. La ciencia ha confirmado, ya sea que se trate de un bebe o alguien que es anciano, que la necesidad de ser amistosamente tocado nunca va a terminar. Cuanto más viejo eres, tu necesidad de ser tocado va en aumento, lo irónico es que las personas mayores lo que menos reciben son caricias de otros.
No nos olvidemos que existe un paralelo entre Cristo como cabeza de la Iglesia y el padre como cabeza de un hogar cristiano. Jesús es nuestro Sumo Sacerdote, tal como el Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento que estaba allí para ser el conducto entre los hijos de Israel y el Todopoderoso Dios, He. 4:14 “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús…”
Así como Jesús es el Sumo Sacerdote de SU iglesia, un padre es el sumo sacerdote de su hogar. Ef. 5:23 Así como Jesús puso manos sobre los niños, un padre debe poner sus manos con amor sobre sus hijos para liberar el poder de la bendición profética sobre sus vidas.
En Números, Dios dio instrucción específica respecto de bendecir a los hijos de Israel. Num. 6:23-26 “Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”. Y en el vs. 27 el Señor continuo “Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré”. En la práctica, los sacerdotes no sólo bendijeron a los hijos de Israel diciendo el nombre del Señor sobre ellos, literalmente ellos pusieron el nombre del Señor sobre sus frentes, para hacerlo, los sacerdotes tenían que tocar y poner el nombre de Dios sobre los hijos de Israel. Esta forma de imponer manos es crucial desde tiempos de Moisés hasta nuestros días. Si bien los judíos son los descendientes naturales de Abraham, los cristianos somos los descendientes espirituales de él. Gal. 3:29 “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.
Los padres cristianos, como simiente espiritual de Abraham, debemos imponer manos a nuestros hijos y proclamar bendiciones sobre ellos. Y no sólo hay que tocarlos para bendecirlos; también debemos hacerlo para entrenarlos. Nuestros hijos no sólo necesitan alimento que los nutra físicamente, para alimentarlos emocionalmente hay que abrazarlos, animarlos y besarlos a diario; y cada uno de estos actos debe ser hecho con mucho amor. Porque el amor no es lo que se dice, amor es lo que se hace.
Padres estamos llamados a nutrir de amor a nuestros hijos. Si lo hiciéramos habría muchos menos jóvenes amargados en las calles de nuestras ciudades. Abrazar es saludable, cura depresiones, reduce el estrés, da vigor y no tiene efectos colaterales. Si puedes abrazar a tus hijos y a tus nietos, entonces puedes bendecirlos.
Pr. Rafael Vargas S.