Jesús nos hizo una advertencia en cuanto al trigo y la cizaña que es aplicable a todas las áreas en el contexto de la vida cristiana.
“Entonces, los siervos fueron a preguntarle al dueño del terreno: Señor, ¿acaso no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde salió la cizaña? El dueño les dijo: Esto lo ha hecho un enemigo. Los siervos le preguntaron: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? Y él les respondió: No, porque al arrancar la cizaña podrían también arrancar el trigo. Dejen que crezcan lo uno y lo otro hasta la cosecha. Cuando llegue el momento de cosechar, yo les diré a los segadores que recojan primero la cizaña y la aten en manojos, para quemarla, y que después guarden el trigo en mi granero”. Mt. 13:27-30 RVC
Todo lo que Dios hace en nosotros es bueno. Siempre lleva su semejanza y bendición.
No quiero ni por un momento glorificar al diablo, pero tampoco quiero que ignoremos sus artimañas. Él es un ángel de luz caído, que busca engañar. Fue él quien plantó la cizaña en esta historia.
La cizaña tiene la misma apariencia que el trigo hasta que el trigo madura. El peso del grano de trigo es la causa que se incline al madurar. Eso ilustra de una manera maravillosa la apariencia de la verdadera madurez. Nos inclinamos ante Él con mayor humildad y confianza.
En el Reino de Dios, la madurez se mide en parte por llegar a ser como un niño. Dado que los niños son: humildes, sencillos y confiados. Con el verdadero aprendizaje viene la humildad. Esa clase de aprendizaje es madurez, en un sentido bíblico. Eso es sabiduría. Ser como niños.
Entiendo que los judíos han llamado a la cizaña “el trigo ilegitimo”. Recuerda la aclaración de la Escritura en cuanto a ser hijos e hijas ilegitimas de Dios, recordarás que ser disciplinados por Dios es la evidencia.
“Si ustedes soportan la disciplina, Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no discipline? Pero si a ustedes se les deja sin la disciplina que todo el mundo recibe, entonces ya no son hijos legítimos, sino ilegítimos”. He. 12:7-8 RVC
La corrección realizada debidamente y recibida correctamente, forma humildad y confianza. Que dicho sea de paso son dos virtudes de ser como niños. La corrección del Señor causa que lo apreciemos más como el Padre amoroso que siempre busca lo mejor para nosotros.
Pero regresemos a la historia del trigo y la cizaña. La advertencia es que en nuestro celo por solo tener trigo, es decir solo obras de Dios entre nosotros, sin intención podemos destruir lo que Dios está haciendo. Él Señor no dio más instrucción en cuanto a cómo reconocer la diferencia. Simplemente dijo “No lo toquen”. Simplemente estoy diciendo que en nuestro celo, podemos destruir lo que Dios está haciendo, porque lo que Él está haciendo no siempre es reconocible a través de nuestros lentes de experiencia. Una vez más, regresamos a un lugar de humildad y confianza, a una verdadera señal de madurez.
“El Señor ha dicho: Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes…” Is. 55:8-11 RVC
La sabiduría de Dios y sus planes superan con creces la comprensión de los seres humanos y su voluntad es más alta y perfecta que las de cualquier persona. Esto nos anima a pedirle a Dios que transforme nuestros pensamientos. Porque todos los pensamientos de Dios fluyen de su conocimiento de todas las cosas y de su perspectiva sobre todo.
“Solo yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza”. Jer. 29:11 RVC.
Jesús enséñanos a orar, ¡así lo harán!, diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Pr. Rafael Vargas