“Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle”. Mt. 26:14-16
Cuando los discípulos solo eran doce y uno de ellos era un diablo (Jn. 6:70), no debemos esperar que haya ninguna sociedad perfectamente pura dentro de nuestro mundo. Los doce fueron escogidos para ser amigos íntimos de Jesús sin embargo uno de ellos lo traicionó. No hay lazos de amistad, ni deber ni gratitud que puedan detener en la carrera del mal a quienes llevan dentro al diablo.
Judas fue a los principales sacerdotes para hacerles la propuesta, ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?. Judas les ofreció entregar a Jesús sin que surja alboroto alguno. No ofreció ser testigo contra él, porque no habría como acusarle de algún crimen.
No es que Judas odiase a Jesús, ni que tuviera alguna disputa con él, sino que simplemente tenía amor al dinero y no otra cosa hizo de Judas un traidor. No fue la falta de dinero, sino el amor al dinero, que es la raíz de todo mal. Ellos le pagaron 30 piezas de plata, según la ley era el precio de un esclavo.
Y Judas empezó a maquinar la manera de llevar a cabo su trato. Es algo perverso buscar las oportunidades para pecar y tramar maldades, lo que demuestra que los hombres tienen el mal enraizado en su corazón.
“El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? 18 Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos”. Mt. 26:17-18
Los discípulos le preguntaron dónde quería comer la pascua, ya que sabían que él no tenía casa propia donde comer la pascua, y ellos no iban a elegir un lugar sin que Él les dijera donde. Y el Señor les envió a cierto hombre quien probablemente era su amigo y a su casa se invitó a sí mismo y a sus discípulos.
Decidle: … en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Esto era una muestra de su autoridad, como Señor no pidió, sino que ordenó el uso de esa casa para su propósito. Y los suyos querrán admitirle porque Él les dará la voluntad para hacerlo. Y dondequiera que Él es bienvenido, Él espera que lo sean sus discípulos también.
“Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce”. Mt. 26:19-20
A pesar que sabía que pronto iba a morir, se sentó con compostura a la mesa, como correspondía a la solemnidad de la Pascua. Y no excluyó a Judas, sabiendo que era el traidor. La Pascua se comía en familia, y la familia del Señor eran sus discípulos.
“Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho”. Mt. 26:21-25
Cristo sabía que Judas lo iba a entregar. Los discípulos se entristecieron en gran manera porque las almas piadosas se apenan por los pecados de otros, especialmente de quienes son parte de la familia de Dios. Él dejó claramente establecido que al traidor le iba a salir muy cara su traición.
Judas haciéndose el “loco” preguntó ¿Soy yo, Maestro? Quería seguir aparentando que era ajeno al complot. Y Jesús le dijo Tú lo has dicho, el saber que había sido descubierto debería ser suficiente para convencerle de no hacerlo, pero al corazón perversamente endurecido no le hizo mella.
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre…” Mt. 26:26-29
Al finalizar la cena pascual, el Señor instituyó la ordenanza. Su existencia y su significado dependen de la Institución Divina. El Cuerpo de Cristo es simbolizado y representado por el pan. Así como la vida del cuerpo es sustentada con pan, así también la vida del alma es sustentada por medio de Cristo.
Tomó Jesús el pan, y bendijo, lo separó para un uso especial y lo partió, lo cual denota que el cuerpo de Cristo fue roto por nosotros, a fin de que pudiéramos obtener el perdón por nuestros pecados, y dio a sus discípulos Como el Señor de la familia, como el Señor de esta fiesta. Porque de ella se han de beneficiar todos sus discípulos. Y dijo: Tomad, comed; El creer en Cristo se expresa mediante recibirle (Jn.1:12) y comerle (Jn.6:57-58). Esto es mi cuerpo. Esto que tengo en mis manos representa mi cuerpo. Creyendo obtenemos toda la eficacia de la muerte del Señor a nuestro favor.
El vino simboliza y representa la sangre de Cristo. “Y tomando la copa, y habiendo dado gracias”, Para enseñarnos a tener los ojos levantados a Dios con gratitud, les dio, diciendo: Bebed de ella todos. Es una orden, Bebed. Así invita a todos a su mesa, obligándoles a beber de su copa. Y explica “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. Hasta ese día, la sangre de animales representaba a la sangre de Cristo, pero después que ésta fuera derramada, quedó representada por la sangre de uvas, que es sangre metafórica. Los beneficios y privilegios del nuevo pacto se deben a los méritos de la muerte de Cristo. Él dio por derramada su sangre. Y fue derramada por muchos, toda la humanidad, para perdón de los pecados.
“Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre…” Nos asegura que un día volverá a reunirnos. Y luego la solemnidad se cerró cantando himnos.
Pr. Rafael Vargas