Dios es soberano, Señor sobre todo. Puede hacer lo que quiere hacer sin tener jamás que explicar a nadie porque hace lo que hace. El NO le debe nada a nadie, NI me debe nada a mí, ¡pero me da todo! Nunca deberíamos ni siquiera tener la intención de cuestionar o desafiar la naturaleza de Dios; así como nunca deberíamos poner en tela de juicio Su corazón o lo que Él puede o no hacer. Este nuestro Dios tiene un plan soberano. Y nos hace partícipes de él.

En cuanto al tema de la soberanía de Dios, podemos decir que existen dos realidades. Una es la que podemos llamar soberanía absoluta de Dios, y es donde Él es capaz de actuar completamente separado de nuestra voluntad o deseo. La segunda es que, Él nos acoge en una relación donde, por el diseño que Él hizo de nosotros, tenemos el privilegio de influir en Él. Ese es el privilegio básico de la oración. 

Él, nuestro Padre Celestial, puede hacer cualquier cosa que quiera con o sin nosotros. Pero frecuentemente, Él escoge actuar en asociación con aquellos a quienes hizo a Su imagen, quienes lo adoran por elección propia.

Nuestra mayor preocupación debería estar centrada en nuestra responsabilidad de hacer nuestra parte para llevar a cabo Su plan soberano. Simplemente no deberíamos quedar cortos en cuanto a ejecutar la tarea que Él nos ha confiado. Vayan y hagan discípulos a las naciones. No deberíamos estar esperando que Él haga algo cuando Él nos está esperando a nosotros

Dios puede hacer todo muchísimo mejor de lo que nosotros podemos, Nuestros intentos de imitar lo que hizo Jesús son genuinos y sinceros, más son incompletos. Y aun así Él nos da la bienvenida a un servicio donde nuestra constante falta o escasez  es compensada. Y lo hace de una manera muy parecida a ese día como cuando Jesús multiplicó los 2 peces y los 5 panes y dio de comer a más de 5,000 hombres. Su toque adicional a nuestros mejores esfuerzos eleva nuestro impacto a un nivel al que Jesús se refirió con confianza.

“En verdad les digo: el  que cree en Mí, las obras que yo hago, él las hará también; y obras aún mayores que esta hará”.  Jn. 14:12 NBLA.

Esa promesa asombrosa muestra cómo Su gracia es la suficiencia que compensa todo lo que falta. Esto simplemente significa que la infinita gracia de Dios nunca será igualada por nosotros. 

Su gracia será necesitada por la eternidad conforme sigamos creciendo para ser más como Él. Posiblemente eso es lo que Pablo quería decir cuando dijo: Para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. Ef. 2:7 NVI.

Esta maravillosa gracia de Dios será descubierta y disfrutada, y se dependerá de ella por toda la eternidad. 

Hablando de la voluntad de Dios. En griego hay dos palabras diferentes que se traducen al castellano como  “voluntad”. La primera significa que  Su propósito, su determinación, se llevarán a cabo. Se va a hacer nos guste o no. La otra palabra significa el deseo de Dios, a menudo depende de la respuesta de cada quien para que se cumpla.

Esto nos revela cómo este Señor nos definió en su diseño. Él nos escogió para ser colaboradores suyos en el cumplimiento de sus propósitos. Eso significa que Él obra en y a través de sus hijos e hijas para implementar Su voluntad en la tierra. El Señor puede hacer todo lo que nos ha llamado a hacer significativamente mejor que todos nosotros juntos. Él puede predicar mejor, puede alimentar a los hambrientos mejor, puede sanar mejor …y  la lista sigue y sigue. El punto no es que cuestionemos Su habilidad, es que reconozcamos nuestra respuesta. 

Aquí hay un ejemplo perfecto del uso de esta palabra (voluntad) que en las Escrituras es traducida como “querer”: 

“Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad”.  1 Ti. 2:3-4 NBLA. 

¿Cuál es la voluntad de Dios en este versículo? Que todos los hombres sean salvos. ¿Se están salvando todos? NO. Nosotros tenemos una parte para que Su deseo se cumpla en la tierra.

Él le ha dado a la humanidad el don invaluable de Su voluntad. Esto incluye a aquellos que se entregan a Jesús como Señor y lo que esos convertidos hacen con sus asignaciones ante Dios. Si no enviamos a nadie a compartir el Evangelio con una etnia, probablemente habrá pocas conversiones, si acaso alguna. ¿Esa es la voluntad de Dios? No.

Dios puede hacer todo mejor de lo que nosotros podemos, pero Él ha elegido la colaboración entre Él y la humanidad redimida. 

“Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús”  (Hechos 4:29-30).  RVR60  

Aquí el escritor de hecho pide valentía para que, al declarar la Palabra de Dios en confianza audaz, Dios responda extendiendo Su mano para sanar en honor del nombre de Jesús que ellos predican. Ellos declararon. Y Dios sanó. Fue un trabajo en equipo. 

Ahora bien, tengo predilección por la definición de la voluntad de Dios que se encuentra en las Escrituras en la oración que Jesús les enseñó a Sus discípulos: 

“Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Mt. 6:10 NBLA. 

Esa es la voluntad de Dios, que la realidad de su gobierno se haga efectiva en cada parte de nuestras vidas y en todo aspecto de la vida en el Planeta Tierra. Casi todo en lo que puedo pensar que cae en la categoría de la voluntad de Dios para mi vida se puede encontrar en la respuesta a esa oración: Como en el cielo, así también en la tierra.

Pr. Rafael Vargas

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